Unicidad es un estado mental donde no hay juicios ni definiciones que establezcan diferencias o separación entre tú y todo lo que te rodea. Por lo que vivir en Unicidad es compartir la igualdad en el sentir de ser Uno.
¿Cómo sería manifestar la Unicidad aquí en el mundo? ¿Cómo se traduciría en lo cotidiano?
Quizás no viviríamos desde la necesidad de hacer y deshacer, perdonar, abandonar, construir, destruir, dar y recibir, buscando completarnos con metas basadas en “no tengo suficiente”, “para mí no hay”…
Quizás solo fuéramos espectadores de una vida que nos sucede, que fluye alrededor nuestro y que tiene su origen en la unión intima con nuestro Ser.
Quizás solo contemplaríamos inocentemente, con la visión del Cristo, todo lo que nos aconteciera y lo que hubiera más allá del acontecer.
Una mente en Unicidad no busca recibir, ni tener razón, ni tiene metas que conseguir aquí en el mundo, como fin último de su felicidad.
Una mente en Unicidad no juzga, no se sacrifica, no controla ni manipula, no tiene expectativas ni es deshonesta. Permite que todo le llegue y permite que todo se vaya tal como llegó.
Una mente en Unicidad no busca su significado en el mundo, por lo tanto juega en él, sin identificarse en las diferencias o separación.
Vivir en Unicidad es vivir el amor incondicional con alegría y confianza, manifestándose en coherencia con tu realidad.
Vivir en Unicidad es traer a Dios al mundo. Si piensas que nadie puede alcanzar la Unicidad, sé nadie.